Era un viernes cualquiera de
instituto. Ese día habían mandado más deberes y necesitaba un sitio tranquilo
para hacerlos; y, de paso, me daba una vuelta y me compraba unas chuches.
Cuando salí del instituto, comí rápido y preparé las cosas. Luego me senté un
poco, porque, si me bajaba ya, la biblioteca no estaría abierta.
Hacía un día muy oscuro; parecía
que fuese a llover. Era un día de estos raros. A las cuatro y media salí de
casa.
Cuando llegué a la biblioteca,
aún estaba cerrada. Había tardado solo quince minutos en bajar y aún quedaba un
cuarto de hora para que abriera. Mientras tanto, me fui a dar una vuelta a un
parque cercano y vi un callejón que me llamó la atención sobremanera.
Iba a empezar a llover dentro de
poco, se acercaban nubes por el cielo.
Me adentré en el callejón con
sigilo. Giré una pequeña esquina y di de frente con un edificio muy grande, al
parecer abandonado.
Sonó un rayo en el cielo que hizo
que me asustara.
Al mirar el edificio, vi que
había una luz encendida. Algo me decía que no entrara, pero mi curiosidad me
hizo cruzar el umbral del edificio. Cogí una linterna que siempre llevaba en mi
mochila en un pequeño llavero. Al encender la linterna y hacerse la luz, vi
distintos caminos, cuatro en total. Como empujada por una fuerza, mis piernas
empezaron a recorrer el primer camino de la izquierda. Al fondo del pasaje
había una sala muy peculiar.
Era un espacio lleno de espejos.
Lo curioso es que estaban limpios, sin nada de polvo. Anduve un rato entre los
espejos, mirando mi reflejo en un lado y en otro. Llegué a un punto en que los
espejos parecían ocuparlo todo. Era como un laberinto. Intenté salir, pero no
había manera. Me detuve agobiada, pensando qué podía hacer. Me imaginé que
estaba soñando y que podía cambiar la realidad. Cuando abrí los ojos, me
encontraba en una biblioteca.
Era enorme y tenía seis puertas
grandes que representaban algo. La luz estaba encendida. Cogí un libro para
ojearlo que se titulaba "Las mareas del sueño", me senté en una mesa
y dejé la mochila. Cuando abrí el libro, me quedé dormida.
¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?
Cuando abro los ojos veo la misma
biblioteca de antes. Pero ahora las puertas están abiertas y se oye ruido. Creo
que voy a entrar en una de ellas. Decido entrar en la que tiene una luna y un
sol dibujados.
Lo primero que veo es que hay
cielo, un cielo azul y radiante, y estoy en un campo. ¡Increíble! ¡Están todos
los personajes de los mejores libros de fantasía del mundo! Hay dragones por el
cielo, ciempiés y orugas de colores gigantes por el suelo. .. Al fondo hay un
mar y se divisan sirenas. Hay casas en las nubes y todo lo que uno pueda
imaginar.
De pronto oigo que la puerta se
cierra a mis espaldas y es en ese mismo instante cuando oigo a alguien que me
habla. Lo oigo, pero no lo veo. Noto un ligero tacto en la pierna, acompañado
de la voz que llama y, cuando giro la cabeza y me agacho, veo un duendecito
llamándome en una flor rosa muy alegre. Pienso que no me gustan los
duendecitos, me dan miedo. Y, cuando pienso eso, el duende se transforma en una
hermosa hada.
- Soy lo que tú quieres que sea-
habla el hada leyéndome los pensamientos.
- Eh...
- Ahora mismo no te ven; solo te
veo yo, que soy lo primero que has podido cambiar. Este mundo está hecho de
materia, sí, pero de la imaginaria. La puedes tocar y vez, a la vez que puedes
modificarlo cuando quieras, pero solo se cambiará la parte positiva de tu
cerebro. Ahora vayamos a ver al único ser que hace que esto sea posible, un
humano, como tú, aliado de los dioses mágicos de esta biblioteca.
- De acuerdo, sí, claro, por qué
no, total ya.... Creo que me he vuelto loca.
El hada me guió hacia un castillo
que se veía al fondo del gran espacio blanco que, efectivamente, se iba
dibujando a medida que yo pasaba por su camino. En ese momento no me acordé de
los deberes ni de la hora a la que debía volver a casa; estaba alucinada.
Después de un rato andando,
llegamos al castillo, enorme y con muchas piedras, que iban cambiando de forma
con el agua que ascendía del suelo. Increíble. Al entrar a palacio, lo primero
que vi fue un libro gigante, con el título en la portada: "La balada de
los sueños." Luego había unas escaleras de caracol a la izquierda y unos
cuadros con lo más famoso de la literatura fantástica a la derecha. Las paredes
eran de color azul pastel.
Ascendimos hacia la planta de
arriba.
- ¡SEÑOR REYY! ¡TRAIGO A LA
ELEGIDA!-¿...?
- Un momento, Philip.
- Pero si eres un hada, ¿cómo es
que te llamas Philip?
- Tú me cambiaste de forma, yo
solo soy un simple centauro.
- ¿A quién decías que traías?- Se
acerca a nosotros un hombre mayor con el pelo canoso, ojos azul profundo y cara
de sabio que, al mirarme, se contesta solo.- ¡Vaya, Dios mío, si eres tú! Ven
conmigo.- Da un chasquido y, de repente, nos encontramos de nuevo en la
biblioteca, y es ahora cuando me doy cuenta de que he de volver a casa.
- ¡Oiga, señor, muy bonito todo,
pero tengo que irme a casa, no vaya a ser que a mi madre le dé un ataque!
- Puff.. ¡Qué va! Si llevas aquí
solo media luna. Además, no puedes salir hasta que no pase la luna entera y si
cumples tu misión.
- ¿Perdona?
- Verás, tu aquí has venido por
curiosidad, ¿no? Pues has sido la única en llegar hasta aquí, por el simple
hecho de que esto no existe.
- ¿Cómo que no existe?¿Nada de
esto es real?
- Sí, sí que lo es, pero solo
para ti y para aquel que despierte del mundo del estrés y de los enamoramientos
y deje fluir su curiosidad e imaginación. El tiempo que pasa aquí pasa a la vez
en tu planeta, pero allí estás, ahora mismo, borrada del mapa. Y eres nueva en
este mapa. Bienvenida a Leica Sua, el planeta de la imaginación e historia de
lo escrito.
- Guau...OK, pero, ¿por qué estoy
aquí? ¿Cuál es "mi misión"?
- Dormir. Pasar una noche en esta
biblioteca. Subirte a aquel autobús de allí, dejar que te inyecten una aguja
del pensamiento y, luego, automáticamente, volverás a tu casa. - Las últimas
palabras se oyen en forma de eco y, cuando asimilo todo lo que me ha dicho, ya
ha desaparecido.
Hago caso y me monto en el
autobús que acaba de romper estrepitosamente la pared y que va cargado de gente
como yo, a los que saludo, pero que parecen no verme. Entonces el maestro se
equivocaba, no soy la única. Algunos se bajan del autobús. Unos con cara de
asustados y con una etiqueta en la espalda: MIEDO. Otros risueños con otra
etiqueta: HUMOR. Digo yo que serán sus secciones.
Subo al autobús y me ponen a mí
una de esas etiquetas: FANTASÍA.
Entonces me inyectan algo con una
aguja y me dan un algodoncillo, tal como había dicho el sabio. Tomo asiento y
el conductor me da un casco dorado. Me lo pongo y, al instante, me duermo.
Sueño con una biblioteca y que yo
soy un holograma dentro de ella. Ojeo libros que jamás había visto: "La
serpiente risueña" o "El juego del Disluccia". Me llaman mucho
la atención. Me parece que pasa una eternidad hasta que me encuentro con un
nuevo libro que tiene la portada azul eléctrico de purpurina y oro:
"Turarne Leica Sua".
De repente, me despierto en mi
cuarto con el libro en la mano y veo que mi madre entra en la sala, con los
ojos rojos de haber llorado mucho.
- Cariño...¿Dónde has estado?
- Eh...- Y me abraza.
- Lo recuerdo todo, pero mi vida
se vuelve a tornar normal o eso creía, hasta que se da el caso en el que, al
pasar al lado de una persona especial, vuelvo a entrar en aquel mundo con ella,
aunque no me puede ver.
Un día me da por abrir el libro y
veo que las páginas son polvo y que está vacío, menos la primera página:
"Cuéntame tus aventuras".
Mª Ángeles Lara Consuegra 2º de
E.S.O. B