Unos niños que se
llamaban Ciro y Pablo tenían que prepararse un examen y quedaron una tarde para
estudiar en la biblioteca más antigua que había en su barrio.
La biblioteca estaba
rota por todos lados: las ventanas, las puertas, las escaleras, los libros.
Decían que casi nadie iba a la biblioteca. Normalmente estaba allí la mujer que
vigilaba y también la que ordenaba los libros. También había un señor mayor,
alto y con gafas, que miraba los libros que cogían.
Cuando terminaron de
estudiar, fueron a coger algún libro, pero Pablo se metió por un pasillo muy
extraño. Algunos libros no tenían nada escrito. Las estanterías tenían pintura
por todos lados y todo estaba lleno de telarañas. Pablo llamó a voces a Ciro y
el señor que vigilaba fue corriendo para ver dónde estaban. Cuando los
encontró, les dijo enfadado: "fuera de aquí, que ya vamos a cerrar la
biblioteca". Pablo y Ciro salieron, pero no estaban convencidos, así que
se quedaron esperando en un callejón a que cerraran y saliera de allí el
hombre.
Después de dos
eternas horas, todos se fueron de la biblioteca. Pablo y Ciro no sabían muy
bien cómo entrar y vieron una puerta en ese mismo callejón. Le dieron unas
patadas hasta que la abrieron y entraron rápido, antes de que los vieran,
porque escucharon unas voces cerca. Dentro de la biblioteca, todo estaba
demasiado oscuro, no se veía nada. Tuvieron que estar un buen rato buscando a
tientas un interruptor de la luz. Ciro lo encontró, lo pulsó y toda la sala se
iluminó.
Cuando tuvieron luz,
fueron en busca de ese extraño pasillo. Pero, cuando lo estaban buscando,
notaron algo raro en la biblioteca. Todos los libros estaban casi fuera de las
estanterías y se escuchaban ruidos de una parte de la pared. Pablo notó que
estaba hueca y Ciro dijo: "a lo mejor esos libros que están vacíos abren
la pared". Pablo dijo que no podía ser: "tiene que ser un libro que
esté cerca".
Empezaron a toquetear
todos los libros y uno de ellos abrió la pared. Pero había que poner una
contraseña, porque encontraron unos números que se podían mover. Pablo pensó
que la contraseña tenía que estar en alguno de los libros, así que se pusieron
a buscar. Después de unas largas horas, no encontraron nada. Pero Ciro y Pablo
se dieron cuenta de que cada vez que se caía algún libro se volvía a colocar
solo en la estantería. Eso les pareció muy extraño y pensaron: "¿por qué
no tiramos todos los libros y el que no se coloque solo puede ser el que tenga
la contraseña?"
Bueno, eso hicieron y
tenían razón, porque tiraron un libro demasiado gordo y pesado y no se levantó
ni un centímetro. Ellos cogieron el libro y empezaron a buscar. Encontraron un
papel metido entre las páginas, lo desdoblaron y vieron unos números que
encajaban con la contraseña que tenían que poner. Los pusieron y se abrió y, entonces,
todo empezó a temblar como si fuera un terremoto. Detrás de aquella pared
había...¡Personajes de los libros! Estaban en una fiesta que ellos habían
montado. Cuando se dieron cuenta de que estábamos allí, se asustaron mucho.
Ciro y Pablo les
dijeron: "no tengáis miedo de nosotros, no os vamos a hacer nada". Un
hada muy pequeñita les dijo: "¿De verdad que no nos vais a hacer
nada?" Entonces, todos los personajes les dijeron: "No podéis decir
nada a nadie". Ciro les preguntó: ¿Y lo sabe un señor mayor, alto y con
gafas?" Los personajes dijeron: "Sí, ese señor fue quien nos creó."
Cuando ya se hizo
demasiado tarde, Ciro y Pablo se fueron a sus casas y, desde entonces, se iban
todas las noches a la biblioteca.
PILAR RAYA MUÑOZ 1º
DE E.S.O. A