UNA NOCHE EN LA BIBLIOTECA
Era la típica noche de verano, con un bochorno
insoportable y con algún que otro grupo de amigos comprando alcohol para esa
noche. Matt y yo íbamos embalados con dirección al instituto, con el libro de
rituales, una bolsa llena de velas y una tiza para dibujar en las baldosas de
la biblioteca.
-
Oye Matt, ¿de verdad tenemos que hacer esto? En plan, ¿no podríamos hacerlo en
algún sitio más abierto o acompañado por más gente?- Matt se dio la vuelta con
una sonrisa pícara.
-
¿No me digas que tienes miedo, Alice? La más dura del "insti" está
suplicándome volver a casa y no invocar nada, ¡Me parto!- y al acto estalló en
unas carcajadas muy fuertes. Varios chavales que estaban en el parque se
giraron a ver qué pasaba.
-
¡Cállate, estúpido! No es que les tenga miedo, pero no me hace ni gracia
molestarlos. Ya están muertos, quieren seguir muertos, ¿Por qué los tenemos que
molestar? Además, ¿cómo sabemos que el libro ese no miente? Posiblemente sea
una trola...- En verdad estaba muy asustada, no me gustaba nada ese rollo y no
sabía la manía que tenía Matt con eso; sólo íbamos a molestarlos. Matt me había
propuesto este plan hacía varias semanas. Al principio iba a venir más gente,
íbamos a ser como unas doce personas, pero, al final, todos se fueron rajando y
no quise dejar a Matt solo. Pero, en esos momentos, me arrepentía
infinitamente.
-
Alice, no te rayes, no va a pasar nada. Aquí no es como en las pelis, que va a
venir alguien y nos va a matar. Y sí, seguro que funciona, ya verás- En ese
momento llegamos a nuestro instituto, ahora mismo abandonado, ya que era verano
y todo el mundo estaba de vacaciones.
-
Venga, que ya hemos llegado, saltas tú primera y voy yo detrás. No quiero pasar
primero y encontrarme que ya no estás- y rio aún más.
En unos quince minutos ya habíamos
saltado la reja y habíamos encontrado una ventana abierta. Cogimos las llaves
del conserje para entrar en la biblioteca. Era muy raro estar en el instituto
solos y a oscuras. Durante el año casi no se podía andar por los pasillos de
tantos alumnos como se movían de una clase a otra. Matt y yo pasaríamos a 2º de
Bachillerato. Él era de Sociales y yo estudiaba Tecnológico. Era muy divertido
"picarlo" con ecuaciones complejas cuando estudiábamos juntos. Aunque
él me daba mil vueltas en Filosofía, lo entendía todo a la primera.
Llegamos a la biblioteca hacia las
doce de la noche y empezamos a hacer los círculos y estrellas necesarias para
el ritual. Nuestra biblioteca era una de las más grandes de la ciudad, más
grande incluso que la municipal. Nuestro instituto se había construido en una
iglesia en la que vivían monjes; nuestra biblioteca era su capilla principal
(al parecer, la persona que fundó el instituto era muy atea). Por esta razón,
Matt había propuesto hacer allí el ritual.
-
Oye, una cosa: ¿hay alguna razón para que hagamos el ritual?- En ese momento me
di cuenta de que Matt no me había dicho por qué lo hacíamos. Me imagino que no
haríamos tantas cosas solo por el morbo (a Matt nunca le había gustado eso de
meterse en sitios, beber y cosas de ese tipo; siempre se ponía nervioso cuando
los amigos fumábamos enfrente del instituto). Matt no se detuvo a repasar el
libro de rituales, pero su cara se ensombreció de golpe, como si hubiese metido
el dedo en la llaga.
-
No, es solo por el morbo- me miró y su gesto tornó a una pequeña mueca como
intentando sonreír- nunca te metería en una cosa así por alguna tontería- no me
tranquilizó nada su gesto, pero seguí dibujando lo que me decía.
Estaba muy nerviosa cuando
encendimos las primeras velas. No estaba nada cómoda, pero ya sí que no me
podía ir y dejar a Matt solo. Mientras nos cortábamos un mechón de pelo con
unas tijeras que encontramos, me percaté de que el pulso de Matt había
aumentado considerablemente (casi se corta la frente con las tijeras). Le
pregunté si estaba bien y me contestó con un movimiento de cabeza. Algo estaba
tramando, pero no sabía qué.
A las 12:48 empezamos el ritual. Nos
pusimos cada uno en un extremo del círculo, mirándonos fijamente y, con un hilo
de voz, comenzamos a pronunciar las palabras: " nosema legeus metoali woentsar bioeñopa emtoapiso". Lo
repetimos como unas cinco veces y, al momento, nos tiramos al suelo y nos
hicimos una pelota. No debíamos ver al ser que se iba a manifestar, ya que
sufriríamos su ira. Las velas se apagaron de golpe, pero, por alguna extraña
razón, su luz seguía brillando. Pero esta luz se tornaba de roja a azul poco a poco y, después, volvía al rojo. Mi
cabeza daba vueltas como si hubiese bebido alcohol, pero no estaba mareada; por
el contrario, me sentía más viva que nunca. Todos mis sentidos se habían
disparado y podía escuchar todo lo que pasaba a mi alrededor, aunque tuviera los
ojos cerrados. Me veía como si estuviera en tercera persona. Nos veía a Matt y
a mí en el suelo hechos una bola. Mi cuerpo estaba relajado, pero el de Matt
convulsionaba fuertemente. Los libros empezaron a caerse de las estanterías
violentamente. Algunos nos golpearon, pero no nos movimos. Al cabo de un rato,
todo cesó de repente; las velas se apagaron, dejándonos a oscuras. Solo entraba
la poca luz del alumbrado público, ya que era noche de luna nueva. Desde mi
posición de tercera persona no lo vi al momento, pero empecé a oír un ruido
menor detrás de mí, como si se estuviese abriendo algo. Intenté girarme, pero
no pude moverme bien del todo. Unos pequeños pasos empezaron a sonar justo detrás de mí y, no sé
por qué, abrí la mano. Había sido como un acto reflejo. Los pasos cesaron. Una
mano alargada y fría me dio una especie de puñal y una voz quebradiza me
susurró:
-
No temas por ti, estarás bien. Actúa como te dicte tu instinto.
Justo cuando acabó de decir eso, una
fuerza empujó mi subconsciente a mi cuerpo de nuevo. Mis sentidos se apagaron y
volví a la posición inicial, mareada y con los ojos cerrados.
No me atrevía a abrir los ojos.
Sentía un frío gélido y un miedo que paralizaba todos mis músculos. En ese
momento no me podía mover, aunque hubiera querido. Solo se oía la respiración
entrecortada de los dos, tirados en el suelo. ¿Matt había sufrido lo mismo que
yo? Justo cuando iba a hablarle, el suelo retumbó de una manera sobrenatural.
Las baldosas temblaban de una forma irregular, como si estuvieran sueltas. El
suelo empezó a abrirse. Una luz roja llenó la sala como si fueran unos leds.
Unos pasos decididos se escucharon a lo lejos y se iban acercando poco a poco.
Una voz rota se oyó entre todo ese alboroto:
-
Lo siento mucho, Alice. Esto ha sido un error. Debemos cerrar el portal. Ha
sido muy egoísta por mi parte intentar hacer esto- la voz de Matt se oía rota
del todo. Se notaba el miedo y el arrepentimiento en la voz. No entendía nada
de lo que estaba pasando, pero sabía que ya era tarde para cerrar todo eso.
Quería hablar, pero no me respondían los músculos. No podía ni hacer un sonido
y, ya no era por el miedo, sino que, literalmente, no podía moverme. Mis manos
empezaron a arder fuertemente, como si tuviera ascuas y, por extraño que
parezca, no tenía miedo. Sentía intriga sobre ese ser que subía al ser invocado
por nosotros. Pensaba que tenía que acabar con él.
Los últimos pasos de ese ser
hicieron temblar las baldosas y, con una voz grave, inquietante y horrible,
pronunció:
- ¿Por qué habéis despertado al gran Samael,
demonio que guarda a los muertos y les da otra vida mejor?
Acto seguido, mis sentidos se
abrieron de nuevo y pude percibir todo lo que pasaba en la biblioteca. Pero no
volví a ver con claridad lo que pasaba en tercera persona. Mis músculos se
destensaron y pude abrir mínimamente los ojos. Alcé la cabeza un poco para ver
si Matt seguía convulsionando, pero me sorprendí al verlo levantado, haciendo
una reverencia al demonio. Este era un hombre trajeado de unos treinta años,
con el pelo engominado y un traje de Hugo Boss. Lo más extraño de este hombre
es que en la espalda tenía dos alas de plumas negras que le sobresalían del
traje.
-
Señor Samael, soy Matt, un simple mortal
que busca tu conocimiento para encontrar a un ser querido perdido.
Esa confesión me dejó rota. No sabía
nada de eso.
-
Insignificante humano que se hace llamar
"Matt": ¿insinúas que yo debo saber dónde puede estar ese otro
insignificante humano al que tú amas?¿Sabes lo que estás diciendo, no?- Su
voz tenía un tono de furia.
-
Señor Samael, sé que le estoy pidiendo
que recuerde a las últimas mujeres de 23 años que llegaron a su mundo hace unos
días. Su nombre es María García Toledano y murió en un accidente de coche.
Por unos momentos me quedé rota por
dentro. No podía ser, ¡era la hermanastra de Matt!
-
Sí, Samael se acuerda de esa muchacha.
Está junto a las demás en el pabellón 12. Esa chica será un mascota perfecta
para los soldados de Baalzephon. Aunque Samael no se equivoca al pensar que
quieres que vuelva a la vida ¿Como piensas que Samael va a osar hacer caso a un
humano como tú?
- He pensado dar una vida por otra,
cambiar su puesto por mí y que ella pueda volver a la vida.
- Interesante propuesta, pero Samael
no necesita a otro hombre, refiere a una mujer.
En ese momento, oí la voz que me
había hablado anteriormente y susurró friamente:
-
Es el momento, querida. Engáñalo y salva
la vida de ambos, de la muchacha y de su hermano.
En ese momento, mi cuerpo empezó a
responder solo y me levanté despacio. Algo en mí decía que cogiera algún libro
y le pegase con él hasta que no se moviera; también que lo ahorcara con mis
propias manos. Pero sabía que no debía, todavía no. Samael se dio cuenta de mi
presencia y se giró. Sus facciones eran de modelo australiano.
-
Hola, Samael- no me arrodillé como
Matt, no sentía ese respeto- Yo soy la
que va a sustituir a María. Soy una chica de unos 17 años, un poco más pequeña
que ella, pero tengo un perfil parecido al suyo- estaba usando un tono de
voz amenazador, para persuadirlo.
Samael se acercó a mí, levantó su
mano, cogió mi cara y me hizo mover la cabeza. Estaba admirando mis rasgos. De
reojo, miré a Matt, insinuándole que no se moviera lo más mínimo.
- A Samael le gusta más aquella chica,
pero tú también le atraes. Serás su mascota personal. Va a hacer que te comas
eses estúpido orgullo humano.
Miró a Matt y le preguntó:
- Estás de acuerdo en que tu chica se ponga
en el lugar de esa tal "María"?
Matt asintió con miedo por mí, pero
intenté tranquilizarlo con la mirada y mi cuerpo articuló: "cuando María esté en vida, huye a casa, no
cambies nada, todo estará bien." No sabía con certeza por qué mi
cuerpo hizo eso. Sentía como si la voz que habló conmigo me transmitiese esa
información; presentía que era verdadera.
Samael asintió e hizo aparecer una
cuerda que quiso atar a mis manos, pero se las aparté en el acto. Antes de que
pudiera hablar, dije apresuradamente:
- Primero libera a la otra chica,
luego me dejaré apresar sin problemas.
Samael hizo una mueca de desacuerdo,
pero, al cabo de unos segundos, dijo unas palabras y la luz roja que salía de
la grieta de allí abajo cambió a un azul muy claro. Una especie de fantasma
salió volando de la biblioteca; fue muy rápido, pero pude ver la figura de
María.
- Mañana por la mañana, esa humana
despertará de su "coma" o como lo llaméis en este estúpido mundo.
Esclava, es el momento de irnos. Despídete de tu antiguo dueño.
En ese momento, mis miedos habían
vuelto. Percibía que iban a ser fugaces, que se volverían a ir, pero en ese
momento estaba aterrada. Me tiré a los brazos de Matt entre sollozos. Él
también empezó a llorar desconsoladamente repitiendo "lo siento" como
si esto hubiera sido culpa suya. La voz anterior habló en mi cabeza haciendo
que me sobresaltara:
- Pequeña, no tengas miedo, lo estabas
haciendo muy bien. Esto no ha sido culpa de nadie. Desde pequeña estabas
destinada a esto. No te va a pasar nada esta vez, ya que todos estamos velando
por ti. Mañana por la mañana lo entenderás todo, pequeña.
Esas palabras me tranquilizaron al
momento. Sabía lo que tenía que hacer, sabía cómo hacerlo. Le levanté la cabeza
a Matt y, con un pequeño hilo de voz, lo intenté tranquilizar:
- No te preocupes por mí, Matt.
Quedamos mañana en el parque del hospital a las 16:00. Estaremos los tres
vivos.
Él me miró extrañado. Seguía
sufriendo por mí. No estaba seguro de lo que decía, así, que, acto seguido, me
besó rápidamente y me dijo:
- Confío en ti, Alice.
Ese acto me pilló desprevenida. No
sabía que él sintiera eso por mí, pero no estábamos en situación de discutirlo.
Matt miró a Samael e hizo una reverencia para indicar que podía irse conmigo.
Samael sonrió, ató unas cuerdas a mis muñecas (no opuse resistencia de ningún
tipo) y le hizo un gesto a Matt para que se fuese. Este no se lo pensó dos
veces y salió de la biblioteca.
Samael y yo entramos en la grieta.
Eran miles de escaleras hacia abajo en las que no se veía el final. Samael iba
delante de mí con la cuerda cogida entre las manos; me tenía apresada. Cuando
habíamos bajado unos20 escalones, la grieta empezó a temblar. Eso significaba
que se estaba cerrando. En ese momento, mis sentidos se agudizaron de nuevo,
pero esta vez sentía una fuerza sobrenatural y una agilidad inigualable.
Entonces, la daga que me dio la voz misteriosa apareció en mis manos. Hice un
corte, destensando así mi cuerda. Samael, al darse cuenta, se giró para ver qué
pasaba, momento que aproveché para clavar la daga en su ojo izquierdo. El
demonio gritó de una manera desgarradora, llevándose las manos a la cuenca del
ojo. Acto seguido, atravesé con mi daga la garganta de Samael y lo empujé
escaleras abajo con una patada en el
pecho. Samael intentó gritar, pero, al parecer, yo había atravesado sus cuerdas
vocales, porque solo pudo emitir un ruido molesto mientras caía por las miles
de escaleras. Rápidamente, subí el tramo que había bajado con él y entré en la
biblioteca justo antes de que se cerrara la grieta; no había dejado ninguna
marca de rotura en las baldosas. De repente, todos mis sentidos se apagaron de
nuevo, la daga desapareció de mis manos y caí redonda al frío suelo de esa
vieja biblioteca.
Desperté a la mañana siguiente, en
mi cama, sobresaltada. Me dolía todo el cuerpo y la habitación me daba vueltas.
Parecía que tenía resaca. ¿Todo lo que viví había sido un sueño? Era imposible,
todo había sido tan real... Me incorporé para ir al baño y poder refrescarme un
poco, pero no podía levantarme, ya que me caía al suelo; no tenía apenas
fuerza. En uno de estos torpes intentos por levantarme, me fijé en la nota que
había en la mesilla de noche. Estaba escrita en un papel que parecía un pequeño
pergamino con runas alrededor; no sabía qué significaba. Después de un rato
intentando concentrarme para leer la nota ( ya que todo lo veía borroso), pude
averiguar qué ponía:
"Querida Alice:
Ha sido una forma muy inusual de
hacer un rito de iniciación a una nueva
alumna, pero, igualmente, ya teníamos el ojo puesto en ti como posible
candidata. Ahora mismo no entenderás nada, pero lo único que necesitas saber es
que, a partir de ahora, todo cambiará. Olvídate de cómo ha sido tu vida hasta
ahora. Mañana, al anochecer, te mandaremos otra nota como esta en la que te
explicaremos con más detalle lo que eres y por qué te hemos elegido a ti."
Saludos. Minerva"
ISABEL PEINADO DEL RÍO. 1º DE BACHILLERATO E
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