martes, 6 de noviembre de 2018

ISABEL PEINADO: UNA NOCHE EN LA BIBLIOTECA



UNA NOCHE EN LA BIBLIOTECA

         Era la típica noche de verano, con un bochorno insoportable y con algún que otro grupo de amigos comprando alcohol para esa noche. Matt y yo íbamos embalados con dirección al instituto, con el libro de rituales, una bolsa llena de velas y una tiza para dibujar en las baldosas de la biblioteca.
- Oye Matt, ¿de verdad tenemos que hacer esto? En plan, ¿no podríamos hacerlo en algún sitio más abierto o acompañado por más gente?- Matt se dio la vuelta con una sonrisa pícara.
- ¿No me digas que tienes miedo, Alice? La más dura del "insti" está suplicándome volver a casa y no invocar nada, ¡Me parto!- y al acto estalló en unas carcajadas muy fuertes. Varios chavales que estaban en el parque se giraron a ver qué pasaba.
- ¡Cállate, estúpido! No es que les tenga miedo, pero no me hace ni gracia molestarlos. Ya están muertos, quieren seguir muertos, ¿Por qué los tenemos que molestar? Además, ¿cómo sabemos que el libro ese no miente? Posiblemente sea una trola...- En verdad estaba muy asustada, no me gustaba nada ese rollo y no sabía la manía que tenía Matt con eso; sólo íbamos a molestarlos. Matt me había propuesto este plan hacía varias semanas. Al principio iba a venir más gente, íbamos a ser como unas doce personas, pero, al final, todos se fueron rajando y no quise dejar a Matt solo. Pero, en esos momentos, me arrepentía infinitamente.
- Alice, no te rayes, no va a pasar nada. Aquí no es como en las pelis, que va a venir alguien y nos va a matar. Y sí, seguro que funciona, ya verás- En ese momento llegamos a nuestro instituto, ahora mismo abandonado, ya que era verano y todo el mundo estaba de vacaciones.
- Venga, que ya hemos llegado, saltas tú primera y voy yo detrás. No quiero pasar primero y encontrarme que ya no estás- y rio aún más.
            En unos quince minutos ya habíamos saltado la reja y habíamos encontrado una ventana abierta. Cogimos las llaves del conserje para entrar en la biblioteca. Era muy raro estar en el instituto solos y a oscuras. Durante el año casi no se podía andar por los pasillos de tantos alumnos como se movían de una clase a otra. Matt y yo pasaríamos a 2º de Bachillerato. Él era de Sociales y yo estudiaba Tecnológico. Era muy divertido "picarlo" con ecuaciones complejas cuando estudiábamos juntos. Aunque él me daba mil vueltas en Filosofía, lo entendía todo a la primera.
            Llegamos a la biblioteca hacia las doce de la noche y empezamos a hacer los círculos y estrellas necesarias para el ritual. Nuestra biblioteca era una de las más grandes de la ciudad, más grande incluso que la municipal. Nuestro instituto se había construido en una iglesia en la que vivían monjes; nuestra biblioteca era su capilla principal (al parecer, la persona que fundó el instituto era muy atea). Por esta razón, Matt había propuesto hacer allí el ritual.
- Oye, una cosa: ¿hay alguna razón para que hagamos el ritual?- En ese momento me di cuenta de que Matt no me había dicho por qué lo hacíamos. Me imagino que no haríamos tantas cosas solo por el morbo (a Matt nunca le había gustado eso de meterse en sitios, beber y cosas de ese tipo; siempre se ponía nervioso cuando los amigos fumábamos enfrente del instituto). Matt no se detuvo a repasar el libro de rituales, pero su cara se ensombreció de golpe, como si hubiese metido el dedo en la llaga.
- No, es solo por el morbo- me miró y su gesto tornó a una pequeña mueca como intentando sonreír- nunca te metería en una cosa así por alguna tontería- no me tranquilizó nada su gesto, pero seguí dibujando lo que me decía.
            Estaba muy nerviosa cuando encendimos las primeras velas. No estaba nada cómoda, pero ya sí que no me podía ir y dejar a Matt solo. Mientras nos cortábamos un mechón de pelo con unas tijeras que encontramos, me percaté de que el pulso de Matt había aumentado considerablemente (casi se corta la frente con las tijeras). Le pregunté si estaba bien y me contestó con un movimiento de cabeza. Algo estaba tramando, pero no sabía qué.
            A las 12:48 empezamos el ritual. Nos pusimos cada uno en un extremo del círculo, mirándonos fijamente y, con un hilo de voz, comenzamos a pronunciar las palabras: " nosema legeus metoali woentsar bioeñopa emtoapiso". Lo repetimos como unas cinco veces y, al momento, nos tiramos al suelo y nos hicimos una pelota. No debíamos ver al ser que se iba a manifestar, ya que sufriríamos su ira. Las velas se apagaron de golpe, pero, por alguna extraña razón, su luz seguía brillando. Pero esta luz se tornaba de roja a azul  poco a poco y, después, volvía al rojo. Mi cabeza daba vueltas como si hubiese bebido alcohol, pero no estaba mareada; por el contrario, me sentía más viva que nunca. Todos mis sentidos se habían disparado y podía escuchar todo lo que pasaba a mi alrededor, aunque tuviera los ojos cerrados. Me veía como si estuviera en tercera persona. Nos veía a Matt y a mí en el suelo hechos una bola. Mi cuerpo estaba relajado, pero el de Matt convulsionaba fuertemente. Los libros empezaron a caerse de las estanterías violentamente. Algunos nos golpearon, pero no nos movimos. Al cabo de un rato, todo cesó de repente; las velas se apagaron, dejándonos a oscuras. Solo entraba la poca luz del alumbrado público, ya que era noche de luna nueva. Desde mi posición de tercera persona no lo vi al momento, pero empecé a oír un ruido menor detrás de mí, como si se estuviese abriendo algo. Intenté girarme, pero no pude moverme bien del todo. Unos pequeños pasos  empezaron a sonar justo detrás de mí y, no sé por qué, abrí la mano. Había sido como un acto reflejo. Los pasos cesaron. Una mano alargada y fría me dio una especie de puñal y una voz quebradiza me susurró:
- No temas por ti, estarás bien. Actúa como te dicte tu instinto.
            Justo cuando acabó de decir eso, una fuerza empujó mi subconsciente a mi cuerpo de nuevo. Mis sentidos se apagaron y volví a la posición inicial, mareada y con los ojos cerrados.
            No me atrevía a abrir los ojos. Sentía un frío gélido y un miedo que paralizaba todos mis músculos. En ese momento no me podía mover, aunque hubiera querido. Solo se oía la respiración entrecortada de los dos, tirados en el suelo. ¿Matt había sufrido lo mismo que yo? Justo cuando iba a hablarle, el suelo retumbó de una manera sobrenatural. Las baldosas temblaban de una forma irregular, como si estuvieran sueltas. El suelo empezó a abrirse. Una luz roja llenó la sala como si fueran unos leds. Unos pasos decididos se escucharon a lo lejos y se iban acercando poco a poco. Una voz rota se oyó entre todo ese alboroto:
- Lo siento mucho, Alice. Esto ha sido un error. Debemos cerrar el portal. Ha sido muy egoísta por mi parte intentar hacer esto- la voz de Matt se oía rota del todo. Se notaba el miedo y el arrepentimiento en la voz. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero sabía que ya era tarde para cerrar todo eso. Quería hablar, pero no me respondían los músculos. No podía ni hacer un sonido y, ya no era por el miedo, sino que, literalmente, no podía moverme. Mis manos empezaron a arder fuertemente, como si tuviera ascuas y, por extraño que parezca, no tenía miedo. Sentía intriga sobre ese ser que subía al ser invocado por nosotros. Pensaba que tenía que acabar con él.
            Los últimos pasos de ese ser hicieron temblar las baldosas y, con una voz grave, inquietante y horrible, pronunció:
- ¿Por qué habéis despertado al gran Samael, demonio que guarda a los muertos y les da otra vida mejor?
            Acto seguido, mis sentidos se abrieron de nuevo y pude percibir todo lo que pasaba en la biblioteca. Pero no volví a ver con claridad lo que pasaba en tercera persona. Mis músculos se destensaron y pude abrir mínimamente los ojos. Alcé la cabeza un poco para ver si Matt seguía convulsionando, pero me sorprendí al verlo levantado, haciendo una reverencia al demonio. Este era un hombre trajeado de unos treinta años, con el pelo engominado y un traje de Hugo Boss. Lo más extraño de este hombre es que en la espalda tenía dos alas de plumas negras que le sobresalían del traje.
- Señor Samael, soy Matt, un simple mortal que busca tu conocimiento para encontrar a un ser querido perdido.
            Esa confesión me dejó rota. No sabía nada de eso.
- Insignificante humano que se hace llamar "Matt": ¿insinúas que yo debo saber dónde puede estar ese otro insignificante humano al que tú amas?¿Sabes lo que estás diciendo, no?- Su voz tenía un tono de furia.
- Señor Samael, sé que le estoy pidiendo que recuerde a las últimas mujeres de 23 años que llegaron a su mundo hace unos días. Su nombre es María García Toledano y murió  en un accidente de coche.
            Por unos momentos me quedé rota por dentro. No podía ser, ¡era la hermanastra de Matt!
- Sí, Samael se acuerda de esa muchacha. Está junto a las demás en el pabellón 12. Esa chica será un mascota perfecta para los soldados de Baalzephon. Aunque Samael no se equivoca al pensar que quieres que vuelva a la vida ¿Como piensas que Samael va a osar hacer caso a un humano como tú?
- He pensado dar una vida por otra, cambiar su puesto por mí y que ella pueda volver a la vida.
- Interesante propuesta, pero Samael no necesita a otro hombre, refiere a una mujer.
            En ese momento, oí la voz que me había hablado anteriormente y susurró friamente:
- Es el momento, querida. Engáñalo y salva la vida de ambos, de la muchacha y de su hermano.
            En ese momento, mi cuerpo empezó a responder solo y me levanté despacio. Algo en mí decía que cogiera algún libro y le pegase con él hasta que no se moviera; también que lo ahorcara con mis propias manos. Pero sabía que no debía, todavía no. Samael se dio cuenta de mi presencia y se giró. Sus facciones eran de modelo australiano.
- Hola, Samael- no me arrodillé como Matt, no sentía ese respeto- Yo soy la que va a sustituir a María. Soy una chica de unos 17 años, un poco más pequeña que ella, pero tengo un perfil parecido al suyo- estaba usando un tono de voz amenazador, para persuadirlo.
            Samael se acercó a mí, levantó su mano, cogió mi cara y me hizo mover la cabeza. Estaba admirando mis rasgos. De reojo, miré a Matt, insinuándole que no se moviera lo más mínimo.
- A Samael le gusta más aquella chica, pero tú también le atraes. Serás su mascota personal. Va a hacer que te comas eses estúpido orgullo humano.
            Miró a Matt y le preguntó:
- Estás de acuerdo en que tu chica se ponga en el lugar de esa tal "María"?
            Matt asintió con miedo por mí, pero intenté tranquilizarlo con la mirada y mi cuerpo articuló: "cuando María esté en vida, huye a casa, no cambies nada, todo estará bien." No sabía con certeza por qué mi cuerpo hizo eso. Sentía como si la voz que habló conmigo me transmitiese esa información; presentía que era verdadera.
            Samael asintió e hizo aparecer una cuerda que quiso atar a mis manos, pero se las aparté en el acto. Antes de que pudiera hablar, dije apresuradamente:
- Primero libera a la otra chica, luego me dejaré apresar sin problemas.
            Samael hizo una mueca de desacuerdo, pero, al cabo de unos segundos, dijo unas palabras y la luz roja que salía de la grieta de allí abajo cambió a un azul muy claro. Una especie de fantasma salió volando de la biblioteca; fue muy rápido, pero pude ver la figura de María.
- Mañana por la mañana, esa humana despertará de su "coma" o como lo llaméis en este estúpido mundo. Esclava, es el momento de irnos. Despídete de tu antiguo dueño.
            En ese momento, mis miedos habían vuelto. Percibía que iban a ser fugaces, que se volverían a ir, pero en ese momento estaba aterrada. Me tiré a los brazos de Matt entre sollozos. Él también empezó a llorar desconsoladamente repitiendo "lo siento" como si esto hubiera sido culpa suya. La voz anterior habló en mi cabeza haciendo que me sobresaltara:
- Pequeña, no tengas miedo, lo estabas haciendo muy bien. Esto no ha sido culpa de nadie. Desde pequeña estabas destinada a esto. No te va a pasar nada esta vez, ya que todos estamos velando por ti. Mañana por la mañana lo entenderás todo, pequeña.
            Esas palabras me tranquilizaron al momento. Sabía lo que tenía que hacer, sabía cómo hacerlo. Le levanté la cabeza a Matt y, con un pequeño hilo de voz, lo intenté tranquilizar:
- No te preocupes por mí, Matt. Quedamos mañana en el parque del hospital a las 16:00. Estaremos los tres vivos.
            Él me miró extrañado. Seguía sufriendo por mí. No estaba seguro de lo que decía, así, que, acto seguido, me besó rápidamente y me dijo:
- Confío en ti, Alice.
            Ese acto me pilló desprevenida. No sabía que él sintiera eso por mí, pero no estábamos en situación de discutirlo. Matt miró a Samael e hizo una reverencia para indicar que podía irse conmigo. Samael sonrió, ató unas cuerdas a mis muñecas (no opuse resistencia de ningún tipo) y le hizo un gesto a Matt para que se fuese. Este no se lo pensó dos veces y salió de la biblioteca.
            Samael y yo entramos en la grieta. Eran miles de escaleras hacia abajo en las que no se veía el final. Samael iba delante de mí con la cuerda cogida entre las manos; me tenía apresada. Cuando habíamos bajado unos20 escalones, la grieta empezó a temblar. Eso significaba que se estaba cerrando. En ese momento, mis sentidos se agudizaron de nuevo, pero esta vez sentía una fuerza sobrenatural y una agilidad inigualable. Entonces, la daga que me dio la voz misteriosa apareció en mis manos. Hice un corte, destensando así mi cuerda. Samael, al darse cuenta, se giró para ver qué pasaba, momento que aproveché para clavar la daga en su ojo izquierdo. El demonio gritó de una manera desgarradora, llevándose las manos a la cuenca del ojo. Acto seguido, atravesé con mi daga la garganta de Samael y lo empujé escaleras abajo  con una patada en el pecho. Samael intentó gritar, pero, al parecer, yo había atravesado sus cuerdas vocales, porque solo pudo emitir un ruido molesto mientras caía por las miles de escaleras. Rápidamente, subí el tramo que había bajado con él y entré en la biblioteca justo antes de que se cerrara la grieta; no había dejado ninguna marca de rotura en las baldosas. De repente, todos mis sentidos se apagaron de nuevo, la daga desapareció de mis manos y caí redonda al frío suelo de esa vieja biblioteca.
            Desperté a la mañana siguiente, en mi cama, sobresaltada. Me dolía todo el cuerpo y la habitación me daba vueltas. Parecía que tenía resaca. ¿Todo lo que viví había sido un sueño? Era imposible, todo había sido tan real... Me incorporé para ir al baño y poder refrescarme un poco, pero no podía levantarme, ya que me caía al suelo; no tenía apenas fuerza. En uno de estos torpes intentos por levantarme, me fijé en la nota que había en la mesilla de noche. Estaba escrita en un papel que parecía un pequeño pergamino con runas alrededor; no sabía qué significaba. Después de un rato intentando concentrarme para leer la nota ( ya que todo lo veía borroso), pude averiguar qué ponía:
             "Querida Alice:
             Ha sido una forma muy inusual de hacer un rito de iniciación a una nueva       alumna, pero, igualmente, ya teníamos el ojo puesto en ti como posible candidata. Ahora mismo no entenderás nada, pero lo único que necesitas saber es que, a partir de ahora, todo cambiará. Olvídate de cómo ha sido tu vida hasta ahora. Mañana, al anochecer, te mandaremos otra nota como esta en la que te explicaremos con más detalle lo que eres y por qué te hemos elegido a ti."
                                                                                                 Saludos. Minerva"
ISABEL PEINADO DEL RÍO. 1º DE BACHILLERATO E

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